"No tomarás el nombre de Dios en vano"
El segundo mandamiento de la ley de Dios se cumple honrando el nombre de Dios (y todo lo que a Él haga referencia).
¿Quién de nosotros, oyendo hablar mal del nombre de su madre o de su padre, no sentiría indignación y enfado?
¿Te has fijado en la alegría que sienten los padres de un niño la primera vez que el pequeño dice “papá” y “mamá”, la primera vez que pronuncia sus nombres?
Parece que el niño naciera verdaderamente cuando empieza a hablar y que tomara posesión del mundo cuando empieza a llamar por su nombre a las cosas, aunque lo haga tartamudeando.
¿No es verdad que, ya de grandes, cuando saludamos a alguien y le decimos nuestro nombre, es como si al decir nuestro nombre, le entregamos nuestra amistad y nuestra persona? Detrás del nombre está la persona, está tu persona.
Pues así en el mundo de lo religioso, Dios ha querido que hables con Él de tú a tú; ha querido que puedas conocerle y llamarle por su nombre: Dios. Dios Padre, Dios Hijo en Jesucristo, Dios Espíritu Santo.